A estas alturas seguro que ya habéis visto u oído que en la VIII edición de los premios Asepeyo a las mejores prácticas preventivas, Tincasur ha obtenido el primer premio a la mejor práctica preventiva, en la categoría de pequeña y mediana empresa. Es un reconocimiento que nos llena de alegría. Lo que os queremos contar ahora es qué hemos hecho para que nos hayan premiado.

Como en tantas otras ocasiones, tenemos una respuesta corta y otra más larga. En este caso la respuesta corta es muy muy corta. La respuesta es Nutfinger. Como posiblemente sea excesivamente escueta, pasemos a la respuesta larga. Pero tranquilos, que no es demasiado larga.

Un buen principio

Si Tincasur está presente en la construcción naval desde sus orígenes y tenemos que hablar del principio, pensaréis que ninguno mejor que el Principio por excelencia, el Principio de Arquímedes. Bueno, aunque el genio de Siracusa aparecerá más tarde en esta historia, hablamos de un principio aún más remoto en el tiempo.

Tan remoto como tres millones y medio de años. En aquella época viven en lo que ahora denominamos Etiopía un ser llamado Australopitecus afarensis. En él se observa por primera vez uno de los protagonistas de la historia de la humanidad y de este relato: el dedo pulgar.

Contigo empezó todo…
(Imagen: Wikimedia, licencia Creative Commons)

Tras su presencia humilde, este pequeño y regordete apéndice corporal permitió a nuestros antepasados ser más eficaces en la ocupación cuyo éxito determinaba su supervivencia: recolectar granos, bayas, frutas y cazar pequeños animales. La mayor parte de la historia del ser humano es la de una especie sobre todo recolectora. Con el tiempo fue acumulando destrezas, que le permitieron crear utensilios, y con ellos llegó la caza y más adelante la agricultura y todo lo que vino después. En todas estas etapas, el papel del pulgar como instrumento necesario para sujetar objetos haciendo pinza es fundamental.

Dicha importancia no ha decrecido con el tiempo. Hace cientos de miles de años se podía observar una especie de primates que pasaba mucho tiempo mirando fijamente al suelo y usando el pulgar y otros dedos para recoger lo que hubiera comestible en el suelo, mientras que ahora es posible ver una especie de primate que pasa mucho tiempo mirando fijamente una pantalla de móvil, sobre la que escribe con el pulgar y otros dedos. (O tempora, o mores).

¿Cuántas tuercas necesitas para construir un barco?

Parece una pregunta de concurso, ¿verdad? Aunque no tengas claro un número exacto, seguro que lo primero que has pensado que es serán muchas. Has pensado bien.

En este momento nos acordamos de nuevo de Arquímedes, que entre sus inventos cuenta con el tornillo sin fin (o tornillo de Arquímedes), creado en el siglo III a. C. El tornillo sin fin es como La Historia Interminable, que cuando llegaba al final decías “¿pero qué engaño es este?” Pues sí, la verdad es que el tornillo sin fin también se acaba, pero sirvió para elevar agua, grano o tierra desde la antigüedad. Arquímedes se basó en invenciones previas, perfeccionándolas. Muchos años después comenzaron a usarse tornillo de madera, pero el hecho de que se hicieran a mano provocaba que no hubiese dos iguales. La llegada de la Revolución Industrial permitió la fabricación a gran escala de tornillos metálicos iguales entre sí. Después aparecerían los estándares para intentar que todos los fabricantes creasen tornillos intercambiables entre sí, con medidas y paso de rosca siguiendo una escala de medida. El tornillo es otro elemento humilde que es clave en nuestro desarrollo tecnológico.

¿Qué es lo que no ha cambiado desde los primeros tornillos metálicos del siglo XIX y los que se usan actualmente? Pues que si no los sujetas bien, se caen. Tanto entonces como ahora, la sujeción de un tornillo a una superficie necesita la existencia de un hueco en el que enroscarlo y en el que necesitamos garantizar que no se afloje. Para eso tenemos las tuercas, complemento indispensable que hace permanente en el tiempo la unión de piezas que proporciona el tornillo.

Mientras todo esto de la historia de la humanidad sucedía, nosotros nos encontrábamos realizando trabajos para construir un petrolero. La construcción naval engloba múltiples tareas coordinadas en el tiempo y el espacio, de modo que los descendientes de aquellos primates recolectores seamos capaces de elaborar estructuras de peso, volumen y complejidad inimaginables. Dicho de otro modo: hay que hacer muchas cosas para construir un barco. Y muchas de esas cosas, hay que hacerlas muchas veces seguidas. Pudimos observar que una de esas cosas que se repiten, lo hacía en un grado muy muy alto. Nos referimos al proceso de posicionar tuercas en tornillos, para a continuación apretarlas. Según nuestras estimaciones, un trabajador podía llegar a colocar y apretar entre trescientos y trescientos veinte tuercas cada día. En función del gremio profesional (mecánicos, caldereros o tuberos), utilizaban tuercas más pequeñas y ligeras, o bien más pesadas y voluminosas. Podíamos encontrar métricas desde la ocho hasta la treinta.

¿Qué operación es la que se repite tantas veces? Si descomponemos en fases la labor de colocar y apretar una tuerca, obtenemos lo siguiente:

  1. Con una mano coge la tuerca, con la otra pone el tornillo,
  2. Con la mano que sujeta la tuerca se realizan varios movimientos; con el dedo índice flexionado hacia el dedo pulgar y con la yema del dedo índice presionando la tuerca, realizando movimientos de extensión del dedo,
  3. Y el dedo pulgar flexionado hacia el dedo índice, y con su yema presionando la tuerca; realizando también el movimiento de extensión, se rosca la tuerca varias pasadas, suficientes para coger la llave con la misma mano.
  4. Mientras que la mano contraria, después de sujetar el tornillo durante el anterior proceso, pasa a coger otra llave, realizando torsión de las muñecas en direcciones opuestas hasta terminar el apriete.

No parece tan complicado cuando uno dice “apretar una tuerca”, ¿verdad? A esto hay que sumarle la ubicación de las tuercas, en muchas ocasiones en lugares reducidos o pequeños habitáculos.

De modo que la siguiente pregunta es ¿pasa algo por repetir tantas veces esta operación?

¿Qué me pasa, Doctor?

Estuvimos pensando en llamarle, pero pudimos resolverlo sin su ayuda. Y no, no es lupus
(Imagen: Wikimedia, licencia Creative Commons)

Llegado este punto, hubo que buscar bibliografía especializada. Pudimos consultar el trabajo Lesiones tendinosas de mano y muñeca en el ámbito laboral del  Dr. Fco. Javier de Diego Agudo. Centro de trabajo: Centro Asistencial de Mutua Asepeyo en Lanzarote. Pudimos ver que una consecuencia de esta práctica es la tenosinovitis de estiloides radial, o síndrome de De Quervain. Consiste en la inflamación de la vaina que envuelve al tendón abductor largo y extensor corto del dedo pulgar. Produce dolor e incluso aumento de volumen (inflamación).

Sin pretender ser exhaustivos, ¿en qué consiste este problema? Recordemos que procedemos de simios recolectores, que vagaban por bosques y praderas buscando algo que comer. Cambiaban de postura y de actividad continuamente. No repetían la misma acción durante horas. Así que no estamos diseñados para permanecer en una misma postura o repetir el mismo movimiento continuamente. Al hacerlo, nuestras estructuras sufren. En el caso concreto de los tendones, sirven para transmitir la fuerza del músculo en su contracción al hueso al que se sujeta. De este modo provocan el movimiento corporal. Un buen ejemplo es el cable de freno de una bicicleta. En nuestro caso, los tendones que provocan el movimiento del dedo pulgar van insertos en un tejido que hace las veces de funda. Al repetir tantas veces el movimiento de apriete, el roce entre las fibras de colágeno del tendón y la vaina que lo envuelve, provocan irritación y dolor. Si la actividad persiste, la situación en lugar de mejorar ira a peor o incluso se cronificará.

Esto es lo que sucede, visto por dentro
(Imagen: Wikimedia, licencia Creative Commons)

Ahora teníamos una maniobra que se repite y una dolencia que aparece como consecuencia de ella, con consecuencias dolorosas y potencialmente incapacitantes. Comenzamos a buscar algún artilugio que permitiera evitar que esto se diera. Al no encontrar ninguno, optamos por intentar crear una solución. Queríamos colocar la tuerca sobre el tornillo sin que los dedos índice y pulgar adoptasen la postura de pinza. Hacer eso en principio es tan difícil como decir Pamplona mientras masticas un polvorón. Necesitábamos crear un artilugio.

Sería un útil que hiciera lo siguiente:

  • Inmovilizar el dedo índice de la mano que sujeta la tuerca
  • Alojar la tuerca en un adaptador que evite que se caiga, facilitando así la colocación de la misma sobre el extremo del tornillo

Como necesidades adicionales, encontramos las siguientes:

  • Que se adapte individualmente al tamaño de mano de cada persona
  • Que abarque diferentes tamaños de tuercas.
  • Que se fabrique con un material suficientemente resistente como para no quebrarse y ligero como para poder ser utilizado con agilidad por parte de una persona.

Sin darnos cuenta, estábamos ante los requerimientos de un proyecto de I + D + I.

Una idea en la palma de la mano

Si tus manos son así, no vas a necesitar Nutfinger. En caso contrario, te interesa seguir leyendo.

Podemos estar seguro de la existencia de algún ermitaño que, cansado de la omnipresencia de los móviles más inteligentes que sus dueños, de los asistentes que te dicen a dónde tienes que ir, de los frigoríficos que pitan al dejar la puerta abierta, de las calculadoras solares a las que le falla la tecla del igual, de los porteros automáticos que se averían y te dejan esperando que la puerta se abra y de todas esas cosas, se refugió en una cueva en la espesura de alguna selva y allí vive una vida feliz, frugal y en ocasiones feral. Pero ese ermitaño no es ninguno de nosotros, así que plasmamos nuestras ideas mediante un software de diseño gráfico y lo fabricamos mediante impresión en 3D.

La agilidad de este método nos permitió avanzar con los sucesivos prototipos en un plazo de tiempo impensable de otra forma. Además, pudimos medir las manos de todos los usuarios de los dispositivos y crearlos a la medida de cada uno de ellos.

Lo que obtuvimos fueron dos dispositivos diferentes, uno para tuercas de métrica pequeña y otro para las tuercas mayores y más pesadas. El primero, llamado Nutfinger V.1, enfunda el dedo índice. Bajo dicho dedo se ubica una guía en la que se introduce la tuerca, haciendo que se mueva junto con el dedo sin que la mano tenga que alterar su postura para sujetarla.

Para las tuercas de métrica grande, creamos Nutfinger V.2 Extreme Ergonomics. En este caso se introducen en el dispositivo los dedos índice y corazón. En lugar de una guía, se emplea una caja portadora, adecuada a la métrica de la tuerca que vamos a apretar.

El material con el que elaborar los Nutfinger es otro asunto relevante para el proyecto. Dado que la pieza va a sufrir esfuerzos mecánicos considerables con el apriete de tuercas, ha de ser una sustancia muy resistente a la par que ligera. Tras considerar y probar varios, hemos optado por un termoplástico de nylon con hebras de fibras de carbono. Su resistencia estructural es mayor que la del aluminio, pero pesa la mitad. Además de ser resistente al fuego hasta el punto en que en caso de prender llamas en él, se extingue por sí mismo.

Tras poner en práctica su uso por parte de la plantilla, las bajas por tendinitis asociadas a movimientos repetitivos en el sistema mano, muñeca, brazo desaparecieron. Se redujeron los cortes y se mitigó la exposición de las manos a temperaturas elevadas.

Nos dejó tan satisfechos este proyecto, que teníamos ganas de compartirlo. Se lo expusimos a Asepeyo y el resto ya lo conocéis: les gustó tanto, que nos otorgaron el primer premio que se cita al comienzo del artículo.

El premio a tanto esfuerzo.

¿A qué conclusión hemos llegado?

Este proyecto nos gusta mucho. Aporta algo que enlaza con el sentido profundo de nuestro trabajo. Nos dedicamos a afrontar y asumir retos, como construir barcos que antes no existían, montar motores gigantescos o llevar electricidad a cualquier punto en mitad del agro español, entre otras muchas cosas. Pero si miramos esos retos con otra luz, vemos que con cada uno de ellos hacemos algo para mejorar la vida de otras personas. Algunos recibirán mercancía alojada en ese barco que se construye; otros disfrutarán de electricidad proporcionada por grandes motores; otros podrán mantener su cosecha en condiciones térmicas óptimas desde que se recoge y de este modo otras personas podrán comprar tomates frescos y sabrosos poco después de la cosecha.

Tenemos presente que todas nuestras acciones sirven para mejorar la vida de otras personas, a todas las escalas.

En el rango más cercano a nosotros, haber ideado y desarrollado Nutfinger y Extreme Ergonomics permite a nuestros compañeros trabajar a salvo de enfermedades profesionales relacionadas con dedos índice y pulgar. Mejora así su calidad de vida y la de su familia y amigos.

En el rango más extenso, nos implicamos en proyectos para mejorar el planeta que habitamos, lo cual es beneficioso para todos los habitantes del mundo, los conozcamos o no. Es el mismo principio, pero aplicado a otra escala. Es por eso que nos lanzamos a proyectos como OC-Tech Horizon, barco con tecnología pionera aplicada a recogida de vertidos y limpieza de aguas, como recogida de microalgas, plásticos, etc. Daría para mucho hablar de este proyecto, pero parafraseando a Kipling, eso es otra historia…